…esa es la costumbre aquí, ese debe ser el origen de nuestro talante especulativo, mirar al fuego sin verlo...
J.M. Coetzee, En medio de ninguna parte
En los últimos tiempos hemos asistido a distintos episodios de revuelta social en América Latina y el mundo: La denominada Primavera Árabe, el levantamiento del pueblo griego, los movimientos de indignados y okupas en parques y plazas de los Estados Unidos y Europa. A ello hay que agregar los movimientos estudiantiles que se han levantado en Chile y Colombia para frenar y contrarrestar el avance en contra de la educación superior pública como un derecho de la población. Se trata en suma de distintos procesos, que dan cuenta de la respuesta social a la crisis civilizatoria en la que nos encontramos.
En México, a partir de mayo de 2012 comenzó a gestarse una gran movilización en las calles. Todo inició con la visita del candidato Enrique Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Universidad Iberoamericana, una institución privada, indiscutiblemente elitista, pero con una cierta tradición de compromiso con las luchas sociales. La reivindicación de la sanguinaria represión en Texcoco y San Salvador Atenco en mayo de 2006, por parte del candidato priista hizo posible que por una vez, el poder fuese confrontado en el rostro. Ninguno de nosotros olvidará los gritos: Asesino, asesino! que ese personaje autoritario y artificial tuvo que escuchar mientras se refugiaba en los baños de la universidad. El poder, mediático y político, respondió de la única manera que sabe hacerlo: mintiendo y calumniando a los estudiantes, acusándolos de porros y personas ajenas a la institución. A partir de ese acontecimiento, se ha ido gestando una enorme y diversa organización estudiantil de carácter nacional, el movimiento #Yosoy132 que ahora reúne a universidades públicas y privadas de prácticamente todos los estados de la República Mexicana. Esto ha significado un emergente e inusitado proceso asambleario que hasta el momento toca especialmente a los sectores juveniles y estudiantiles. Los jóvenes han gestado espacios de discusión y acción que ahora los agrupan por afinidades (Artistas Aliados), geografías (asambleas estatales y regionales) e incluso existen ya experimentos de asambleas ciudadanas que exceden los espacios estudiantiles (como la Asamblea #Yosoy132 de Michoacán). Algunos lo han llamado ya la primavera mexicana por la manera aparentemente espontánea como surgió, por los colores, sonrisas, la rebeldía y festividad que ahora toman la calle; pero pensamos que además de sobredimensionar un proceso en construcción, asimilarlo con los levantamientos en otros países, puede invisibilizar algunas de sus potencialidades.
Sin embargo, al hacer un recuento algo más profundo, podemos pensar que podría tratarse de la apuesta por terminar con un ciclo que llena de hartazgo a la población, algo más parecido a la búsqueda de un Otoño, un periodo de recambio en la naturaleza de nuestra forma de hacer y pensar la política. Pensamos que esto podría estar aconteciendo a partir de cuatro elementos:
1. La impugnación a la cultura política construida durante los más de 70 años de gobierno pos revolucionario priista y que ha impregnado al sistema político en su conjunto, inoculando incluso las expresiones sindicales y a los propios movimientos sociales. Los mexicanos nos hemos criado durante generaciones mamando la corrupción, el clientelismo y los compadrazgos; algunos de los líderes de los movimientos sociales más importantes de nuestro país han sido cooptados o integrados a la lógica sistémica y los periodos electorales sólo magnifican el despliegue de todas esas prácticas pacientemente incubadas por lo que fue un partido de Estado. En efecto, México no ha conocido la transparencia democrática, ni siquiera la meramente procedimental más que en contadas ocasiones. Las dos últimas elecciones, incluyendo la del pasado 1° de julio fueron una prueba de ello. Se activaron enormes y complejos mecanismos de compra de votos e intimidación que tienen como base una “democracia” sustentada en la miseria en la que viven más de 50 millones de mexicanos y que permiten que un voto pueda costar el equivalente a un poco más de 2000 pesos colombianos. Por si eso no fuese suficiente para desconocer la elección de comienzos de julio, cada vez hay más información que apunta a que también fueron alteradas las actas de las casillas y que el Instituto Federal Electoral ha participado en alguna medida en lo que a todas luces es un fraude de grandes proporciones.
2. La memoria de significativos y reiterados episodios de represión que permanecen en la más absoluta impunidad. Aquí es donde se tocan las memorias de las distintas generaciones del pueblo mexicano. El PRI nunca ha pagado por los crímenes de la guerra sucia contra los movimientos armados que desde 1965 se levantaron contra el Estado Mexicano. También sigue impune la masacre del 2 de octubre de 1968 en la que murieron una cantidad indeterminada de personas en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco; la del 10 de junio de 1971, donde un grupo paramilitar, Los halcones, ejercieron una brutal represión contra estudiantes. El panismo no se ha quedado atrás, señalaremos solamente dos de los casos más significativos: al mayo rojo de Atenco, le siguió la represión y persecución hacia uno de los procesos de movilización social más ricos en la historia contemporánea de México junto con la conformación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, que tomó las calles con movilización y barricadas, pero que también tuvo el acierto de tomar las radios y la televisión locales.
3. La impugnación de la realidad fabricada desde el oligopolio mediático en el que destacan Televisa, TV Azteca y los grandes conglomerados de prensa y emisoras radiales. Desde el primer momento, los jóvenes mexicanos han señalado el monopolio de la verdad que se arrogan estas grandes corporaciones. La falta de cobertura de momentos claves de la elección, como el primer debate presidencial, la confrontación a Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana y desde luego las movilizaciones que se han desarrollado desde entonces; ha hecho que justamente uno de los focos de la protesta hayan sido las propias televisoras y periódicos. En uno de los aciertos que más destaca el que esto escribe, estos meses han abierto la posibilidad de confrontar a aquellos que con sus telenovelas, noticieros y demás contenidos alienantes, detentan una importante franja del poder escondidos detrás de los partidos políticos. En estos días de protesta, buena parte de las manifestaciones culminan frente a las instalaciones de Televisa, en donde a coro, con música, performance, les gritamos que estamos hasta la madre de que salgan todos los días para mofarse de nosotros.
4. La constatación del desastre nacional, iniciado con la puesta en marcha del proyecto político y económico del neoliberalismo y que se ha profundizado con las dos últimas administraciones panistas, que en los últimos 5 años arroja un saldo de más de 70 mil muertos con el lanzamiento de una supuesta guerra contra el narcotráfico. En estas movilizaciones que siempre cuentan con cientos de miles de manifestantes está el recuerdo del asedio sostenido contra la soberanía del país, con la privatización sigilosa del sector energético; la destrucción del campo mexicano con la importación de maíz norteamericano y próximamente maíz transgénico; la erosión permanente de los derechos laborales y sociales con el concomitante desarrollo de la economía informal y criminal; la destrucción de la naturaleza con la minería a cielo abierto y las represas que destruyen comunidades, por citar, de nuevo, sólo algunos ejemplos.
Pero hay algo más, una certeza social que ahora se moviliza: nos encontramos al borde del abismo, otros seis años de guerra y saqueo podrían volver poco factible un proceso de reconstrucción de la sociedad mexicana. Enrique Peña Nieto además de todos sus oscuros antecedentes, como su vinculación con el narcotráfico, ha adelantado que uno de sus asesores será el general Óscar Naranjo, quien hasta el 12 de junio se desempeñó como director de la Policía Nacional de Colombia y que todo parece apuntar, tiene como misión afianzar ese ordenamiento que hace converger el narcotráfico y el control social con el bienestar de la acumulación de capital.
Los objetivos de #Yosoy132 se cumplirán al no cumplirse, Peña Nieto será presidente de México, los medios de comunicación seguirán mintiendo; y con ello llegará, tal vez, la claridad que consiste en reconocer que esas instancias no sirven para nada. La débil apuesta y esperanza de nuestro pueblo es invocar ese Otoño en el que frenemos la destrucción, por fuera y más allá de las elecciones y las instituciones.
David Barrios Rodríguez/Posgrado en Estudios Latinoamericanos/UNAM/México
David Barrios Rodríguez/Posgrado en Estudios Latinoamericanos/UNAM/México