23.3.09

Pequeña gran cuentacuentos

Sabina Barrios tiene 9 años y es la narradora más joven del círculo neuquino. Sus historias llegaron a la cárcel de mujeres, recitales, escuelas y más.

"Leo mucho mucho y me gusta hacerlo".

Sabina Barrios tiene nueve años y es la cuentacuentos más joven de la familia de narradores por estas latitudes. Tiene un manejo espontáneo del escenario que mamó desde la panza, claro está, ya que viene de familia de artistas: su papá es el mexicano Francisco Barrios "El Mastuerzo" de la legendaria banda de rock Botellita de Jerez, y su mamá la neuquina Julieta Tabbush, titiritera y artistas plástica del colectivo El Ojo y una de las creadoras del maravilloso "Cineamano".

Sabina dice que frente al público a veces le dan nervios, pero luego las palabras le salen automáticamente, y eso es cierto. Lleva puesta una remera larga gris arriba de la rodilla y tiene una sonrisa espléndida, encantadora. Se despertó hace sesenta segundos. Son las diez de la mañana de un lunes de vacaciones y afuera en el Bajo neuquino el termómetro no supera los treinta grados cuando Sabina se sirve la primera taza de chocolate del día. Luce algo despeinada y en estado de serenidad, pero se despabila cuando hablamos de libros. Y la pasión por la lectura se nota en su vocabulario como una suerte de niña prodigio intelectual, mezcla de narradora con escritora dotada.

"Ahora terminé el libro "La historia sin fin" y ya no tengo nada que leer; así que estoy con otro que ya había leído que se llama "Las batallas de Rosalino" de Triunfo Arciniegas, un autor colombiano. Luego tengo que ver qué voy a leer".

Sabina asegura sentirse atraída por la narrativa porque es un oficio que le permite combinar su amor por la lectura y liberar su costado más lúdico. Dice que empezó a contar historias cuando su hermana cuentacuentos montó el de la "Tía Adelaida" y que ella la escuchó tanto, tanto hasta que se lo aprendió. "Un día se lo conté a una amiga y así empecé...", dice naturalmente y sus ojos marrones se abren grandes, con la misma intensidad que pone en sus palabras. "Me gusta cuando elijo el cuento y luego empiezo a montarlo y a estudiarlo de memoria", agrega con inconfundible acento mexicano.

Sabina nació en México D.F. un 29 de marzo de 1999, pero vive en Neuquén desde marzo del 2008 cuando su mamá decidió volver al pago tras doce años de pisar suelo azteca. Ya instaladas en Neuquén, Sabina continuó sus estudios primarios en la escuela 201 y este año cursará el quinto grado con chicos de su edad que de vez en cuando le piden algún cuento. Ella los consiente sin inhibiciones.

-¿Los adultos somos el público más difícil?

-Noooo... los adolescentes. ¡El otro día conté en un secundario y estuvo muy bien!

-¿Qué contaste?

-Les conté el de la tía Adelaida, el del sapo y el del pollito que es de humor negro.

Las historias que elige Sabina son en general para chicos, aunque la selección de textos la mayoría de las veces "tienen un sentido social", como dijo su cómplice de contadas, Hugo Herrera (El Hache). Juntos compartieron la palabra en distintos escenarios como la cárcel de mujeres, recitales de rock, el ciclo "Domingos de terciopelo", la universidad, ante 500 chicos en Viedma o frente a 2.000 almas en la feria del libro de Cipolletti. "Sabina es muy respetuosa en el momento de trabajo, muy solidaria con sus compañeros, muy humilde", apuntó El Hache cuando le pregunto qué le parece la cuentacuentos más joven.

Parada en el medio de la cocina, a modo de escenario, Sabina tiene una actitud casi tímida, pero cuando comienza sus declamaciones muestra todo su carácter, juega con sus gestos y es artista al cien por cien. No le importa que su público sea sólo esta cronista y con naturalidad cuenta una historia popular mexicana cargada de humor negro. "Yo tenía un pollito amarillito, amarillito?", dice con la voz fuerte y demuestra que toda historia es una revelación y se apoya en alguien que la potencie con gestos, con miradas. Alguien con una habilidad especial o un don para despertar la imaginación. Como Sabina que, a sus nueve años, es una experta en encontrar esa variedad de climas de ficción en los que se puede colar una dosis de realidad.

Aunque no lo haga consciente Sabina tiene su propio método de trabajo que le sale naturalmente y le permite memorizar historias de hasta veinte minutos.

Lo dijo su mamá que la ve tomar nota en los márgenes de los textos y hacer un listado de acciones y de imágenes visuales, una especie de "historyboard" que le sirve como ayuda memoria. "Ella divide el cuento como por escenas, muy espontáneamente, les pone nombre a las escenas. Después estudia con esa lista", dice Julieta Tabbush de la fórmula de su hija.

-¿Qué te gusta hacer además de leer y contar?

-Escribir en la PC, también a veces juego a las cartas y hago dibujos con la compu. Bueno, y algunas veces mirar la televisión, pero como aquí no tengo televisor no lo hago. También me gusta mucho escribir: ¡ya tengo escritos dos cuentos y un poema!

Una semana después de la entrevista hubo otro encuentro con la pequeña cuentacuentos en la pista de patín del Parque Central. Sabina tiene el pelo atado con dos colas perfectas estilo "Chiquititas", lleva minifaldas y luce una cara alegre, sonriente. Con ella hay una amiga igual vestida, igual peinada, haciendo figuras y dando saltos con los patines puestos.

Sabina cuenta cómo es eso de deslizarse sobre rueditas, de ir a tomar clases de patín artístico, de ponerse polleritas cortas, etcétera etcétera, y es, sin duda, su forma distintiva: la manera de hacer "contable" hasta lo más cotidiano como puede ser levantarse, desayunar, ir a la escuela o patinar.

FLORENCIA LAZZALETTA