1.8.07

Aterroricemos México


Stencil realizado por la ASARO (Asamblea de artistas revolucionarios de Oaxaca)

Desde hace un par de meses aparece en la televisión, a cualquier hora del día, un comercial. Éste forma parte de la propaganda que impulsa una campaña gubernamental denominada "Limpiemos México", y que a su vez se inscribe dentro de la Estrategia Nacional de Seguridad. En dicho promocional, mediante una sucesión rápida de imágenes, se establece una igualmente rápida y burda exposición sobre cómo se articulan la delincuencia, las adicciones, la inseguridad pública y la manera como impactan en la sociedad. Lo anterior sólo plantea la continuación de las medidas tomadas por el gobierno de la República que está por cumplir un año. Así, a la aparición de Felipe Calderón ataviado con uniforme de militar y a las muestras de fuerza en el norte del país, (en donde además de la captura de algún narcotraficante fue asesinada por "error" una familia y en el estado de Michoacán la tropa abusó sexualmente de unas adolescentes), le sigue un nuevo objetivo. Éste es el de sentar las bases a través del bombardeo mediático, y la aterrorización de la población, de la legitimación de una especie de estado de excepción focalizado. Si bien éste no es un fenómeno nuevo, sobran precedentes históricos, en el presente existen condiciones que se podrían combinar para hacer que, más que nunca, las garantías más elementales de la población sean amenazadas. Entre éstas podemos mencionar el que contamos con una "pléyade" de personajes en puestos de gobierno que en el pasado ya han dado señas de optar por la utilización de la fuerza. Los nombres: Francisco Ramírez Acuña, Enrique Peña Nieto, Ulises Ruiz Ortiz and last but not least el promotor de la tolerancia cero y defensor del programa "mochila segura": Marcelo Ebrard Casaubon, entre otros. Aunque los gobernantes mencionados pertenecen a distintos partidos y tendencias políticas, procuran ofrecer como paliativo a la sensación de incertidumbre que cunde en la sociedad el mismo remedio: obsesivas y circulares campañas contra la inseguridad. Otra señal de verdadera alarma podría ser el que en el año pasado, quizá como no había sucedido desde hace tres décadas, la violación de los derechos humanos se volvió una práctica común, avalada por los medios de comunicación e incluso por importantes sectores de la población. A la aparentemente insuperable ignominia de Sicartsa siguieron Atenco y Oaxaca. Los organismos oficiales de derechos humanos oscilaron entre la denuncia de estos casos y el papel que tuvieron en las indagaciones de la muerte de Ernestina Ascencio o bien en torno a la despenalización de la interrupción del embarazo.
Pero volvamos al programa que se propone "ganar la guerra contra los enemigos de México". En él se destacan tres acciones principales: la recuperación de espacios públicos con la construcción de canchas deportivas; el denominado programa Escuela Segura que además de la revisión de las pertenencias, requiere del monitoreo y revisión permanente del estado de salud de los alumnos (léase antidoping) “todo, en los casos que los papás autoricen, desde luego” ; y finalmente el Programa Nacional contra las adicciones, que contempla la puesta en marcha de 300 clínicas en el país para la atención de adicciones. Ahora bien, ante un escenario como este, tendrían que comenzar a surgir voces que aporten mayor claridad. Se me ocurre que no sea el de, junto con el coro, enumerar las calamidades que aquejan a la sociedad mexicana. Sino detener la inercia a la que es redituable las salidas fáciles pero costosas, de la "mano dura".

Artículo publicado en el periódico Metate de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

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